
De pensamiento, palabra, obra y omisión.
Te odio porque me has dejado un vacío que aparentemente no he podido llenar, no solo porque eres difícil de igualar sino, también eres difícil de encontrar. Te he buscado en la cocina y el comedor, cerca del universo y más allá del cielo. Te he intentado encontrar en otras mujeres, pero no lo he logrado, solo me he equivocado. Te odio porque me acostumbraste a la belleza, quisiera perder mis ojos para no recordarte cada vez que miró hacia el cielo, a las estrellas y al suelo, siempre estas ahí. Cada día que pasaba a tu lado me intoxicabas con tu hermoso rostro, al admirar la danza de tus labios me olvidaba del mundo y el tiempo parecía detenerse. Te odio porque algunas veces pienso en ti y me enamoro una vez más. Te odio porque día con día y lejos de mi poesía te puedo visualizar como un espejismo regalándome caricias, no solo te extraño también te amo. Te odio porque al oír el canto del viento pareciera escuchar tu voz.
Recuerdo los momentos de felicidad a tu lado en los que mi cuerpo entraba en un éxtasis infinito, te confesaba cuanto te amaba y tú nunca decías nada, solo sonreías en esos atardeceres irreversibles donde nos besábamos. Te odio por hacerme creer que eras el amor de mi vida, con todas aquellas frases llenas de romanticismo que me dedicabas. Te odio por ser tan segura de ti misma, indiferente al mundo y a los dioses tu eras tu propio dios, creabas tus propias leyes, llena de un aire sublime, andabas por el mundo tratando de alejarte cada vez mas de el. Confieso que estaba loco por ese andar, controlaba mis impulsos para no intentar besarte a cada paso que dabas a mi lado. Te odio porque alguna vez me advertiste que no me enamorara de ti, no quise hacerte caso, como negarme a la divinidad, como negarle ese privilegio a mi corazón, me enamoré y sin medir las consecuencias, olvide todo por ti.
Te odio por ser tan brillante, cada pensamiento que provenía de ti parecía ser una hipótesis sin comprobar, una ecuación quántica, una verdad inquebrantable, un sueño efímero, versos dignos de elogio, todo lo que decías parecía desafiar lo establecido, admito que estaba impresionado por tu inteligencia fuera de mis límites conocidos sin embargo en tu extensa modestia decías admirar mi pobre inteligencia pues jamás habías conocido a alguien tan listo como yo, eso era lo que decías y por eso te amaba aún mas, creyéndome invencible, fuerte, alimentando mi ego.
Para terminar esta confesión no quisiera hacerlo odiándote, por ello he decidido mencionar porque te amo, no es por tu hermosura, inteligencia, ni siquiera por tu alma. Te amo porque alguna vez te cruzarás en mi camino y al final de nuestro bello romance lleno de flores de paraíso y arco iris de colores, te dedicaré esta confesión o quizás si tenemos suerte todo lo escrito aquí será solo un poco de fábula y reiremos de ello al besarnos frente a un atardecer en el mar y yo te amaré eternamente.
3 comentarios:
¿Hay personas que marcan para la eternidad, eh? Triste, pero precioso escrito, Pig.
La cosa va de confesiones, no? Pues yo confieso que estas líneas: "Te odio por ser tan segura de ti misma, indiferente al mundo y a los dioses tu eras tu propio dios, creabas tus propias leyes, llena de un aire sublime, andabas por el mundo tratando de alejarte cada vez mas de el", me han hecho recordar a alguien a quien amé, alguien que nunca me correspondió y quien hoy en día, está enterrado en lo más oscuro y profundo de mi alma... ¿o de mi corazón? No lo sé...
Un cariñoso saludo, Pig.
Resulta entonces, que asi como odias te odian, por no decir amar
Cuando creia que el amor era un sentimiento hermoso e inmenso, apareció el odio, tan exquisito como él mismo, desde entonces Baruch de Spinosa me trae bellos recuerdos
Publicar un comentario